miércoles, 18 de noviembre de 2015

ACTIVIDADES DE TUTORÍA 4º B ESO

Dentro de las actividades de tutoría para este curso, programadas por los alumnos, Adrián Belaire nos ha escrito un relato, a propósito de Halloween.

 


Un nuevo mundo 



Sonó un golpe. Segundos después se escuchaban caer poco a poco cristales rotos sobre mi pierna. El chasis del coche chirriaba y se balanceaba hacia delante y atrás tenebrosamente. Intenté abrir los ojos pero, por más que pude, tan solo vi un agujero al que estaba a punto de caer. El último sonido que recuerdo es del techo del coche caer sobre mi dolorido cuerpo. Y luego, dolor, mucho dolor, y la invitación a un profundo sueño... 



Desperté en un sitio desconocido. Me preguntaba constantemente dónde estaba, pero era una pregunta absurda, sin respuesta. Me encontraba en solitario. Miré a mi alrededor, asustado. El paisaje oscuro y siniestro se abalanzaba sobre mí como un león se abalanza sobre su presa. Me sentía preso de aquel lugar, un lugar frío, oscuro y diabólico. Un lugar donde no había más escapatoria que allá donde me llevase el destino. 



Lentamente, me levanté. Tenía frío, me encontraba apenas sin ropa. 



Miré cuidadosamente al húmedo suelo, un suelo también siniestro y oscuro. El suelo estaba tan húmedo y mojado como la hoja de un árbol en pleno invierno. Mis descalzos pies se incrustaban pausadamente sobre la negra hierba, a la vez que respiraba profundamente, intentando tranquilizarme. 



Miré hacia el horizonte: oscuridad y eternidad. Estaba condenado de por vida a eso. Di una vuelta sobre mí mismo y todo el paisaje era igual de terrorífico. No había nada más que oscuridad, triste oscuridad. Me seguía preguntando a cada momento dónde narices estaba. No sentía, no entendía, no sabía ni si vivía. Lloré, pensando inútilmente que las tristes lágrimas que rozaban cuidadosamente mis mejillas fuesen a ayudarme en algo. Pronto me di cuenta que sollozar no tenía sentido. Nada en aquel sitio donde quiera que me encontrase tenía sentido. 



Empecé a andar hacia ningún lugar, como aquel marinero que navega hacia el horizonte sin rumbo alguno. Mientras paseaba, observaba pensativo mi siniestro alrededor. Miraba atentamente los árboles, unos árboles que parecían tristes, como si algo tan fuerte como la muerte les hubiera arrollado y pisoteado sin piedad alguna. 



Tras los árboles, se escondían algunos búhos. Búhos tan negros como el carbón y tan aterradores como el dichoso mundo donde me hallaba, Fijé mis ojos en uno de estos y lo observé durante un largo período de tiempo. 



Al volver mi vista hacia el frente, algo me sorprendió de cara. Tenía a pocos centímetros de mi asustada cara a una chica un tanto diabólica. Iba encapuchada y vestida con una ropa que le cubría todo el cuerpo menos el rostro, un rostro serio y oscuro. Sus ojos eran negros, como si la noche les hubiese teñido. 



Sentía cómo su respiración golpeaba cada parte de mi cuerpo. Sentía, una vez más, cómo su aliento era un aliento frío y malvado. De pronto, me sonrió. Parecía una sonrisa sacada del infierno. 



Aterrorizado, me di la vuelta y empecé a correr hacia un horizonte desconocido. No perdía de vista a la chica que me sorprendió hace unos segundos y que ahora me perseguía sin esfuerzo alguno. 



Cuando volví la vista al frente, había tres chicas más rodeándome. Todas eran iguales: mismo aspecto, mismo rostro y misma ropa. Me paré en seco, aterrorizado. 

De repente, una de ellas sacó un cuchillo y, con una sonrisa que le cubría toda la cara, se acercó a mí. Las demás chicas me sujetaban sin ejercerme fuerza alguna. 



Momentos después, sentía cómo el brillante cuchillo se incrustaba lentamente en mi vientre. Pero no sentía dolor, me estaba volviendo loco. Caí de rodillas al suelo y, chillando, observé cómo mi cuerpo se desintegraba poco a poco. 



Inmediatamente, desperté. Me encontraba en una cama tumbado, en un hospital. Al parecer, había estado en coma durante un día tras un accidente de coche. Respiré, aliviado. 



Me levanté hacia la ventana para ver el mundo real, mi mundo. 



Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando, al mirar a la deshabitada calle, vi en la acera a la chica tenebrosa que me quiso matar en otro mundo. Me miró y, acto seguido, me esbozó una de sus sonrisas que tanto me habían aterrorizado antes. Bajé mi vista hasta su mano, donde sostenía, sangriento, el cuchillo con el que me había apuñalado, 



Ya no sabía lo que era ficticio y lo que era real. Tan solo sabía que la locura se había apoderado de mi cuerpo, o no. 



                                                      ADRIÁN BELAIRE NEUROTH 

  

       4º B ESO  


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios.